Walden 3:
Nosotros somos los habitantes del claro del bosque, mientras que lo salvaje, lo primigenio y lo ancestral permanecen entre la espesura.
La tierra habitada por el hombre, a medida que incorpora el mundo y es recorrida, cartografiada, catalogada y urbanizada, en algunos lugares se va densificando capa sobre capa, pero en otros se desdibuja y se desvanece.
Poco a poco, nuestra sensación de control y de extensión sobre el mundo se vuelve engañosa, a la superficial medida humana.
En esta visión dinámica de la tierra, en perpetua reescritura y desvanecimiento, el bosque ocupa el lugar de lo vulnerable, donde perderse, el lugar que se resiste a la cartografía…
Echarse al monte (echarse al bosque) es refugiarse, aislarse, ocultarse en el lugar donde habitan los proscritos, los bandoleros y los ermitaños. Echarse al monte es también actuar, rebelarse, buscar alternativas, mirar hacia las utopías.
En el conocido libro “Walden o la vida en los bosques” de 1854, H.D. Thoreau narra sus experiencias durante el retiro de dos años entre los bosques cercanos a la laguna de Walden en Concord, Massachusetts.
En 1948 el psicólogo B.F. Skinner publica la novela “Walden II” donde narra la vida en una comunidad utópica rural construida con los últimos adelantos de la ciencia y de la psicología social.
En ambos textos se adelantan ideas posteriormente vinculadas a movimientos contraculturales de los años 60 y al resurgimiento en numerosos campos (arquitectura, cine, literatura…) del asunto de la utopía.
asentamiento w3:
La vida cotidiana en el bosque: (Diarios)
Inventario y equipo a utilizar:
-Utilizaremos una pequeña tienda de campaña a modo de cortavientos.
-Llevaremos un pequeño macuto o mochila conteniendo útiles de primera necesidad:
-Cuerdas, sedales, anzuelos, cuchillo, cerillas o mechero, cazuela, recipiente para el agua, un pequeño saco o manta para dormir...
-Algún libro.
-Un pequeño cuaderno para anotaciones y dibujos y algo de material para documentar lo que suceda.
-Algo de alimento...
Campamento:
El lugar donde voy a establecer el campamento es una zona arenosa y ondulada, cubierta de cantuesos, tomillos y musgos secos.
Dispersos, aparecen algunos árboles retorcidos y oscuros con unas copas enmarañadas que se descuelgan hasta el suelo.
Tarde del 17 de Octubre de 2010:
Para acceder a la zona, desde la linde del bosque, hay que caminar unos cuatro kilómetros campo a través.
Ayer trasladé parte del material.
Llevé una bolsa estanca que contiene:
-Saco y esterilla.
-Tienda.
-Comida.
-Recipiente para el agua.
Antes de regresar, oculté la bolsa en la copa de un árbol.
Hoy finalmente, he trasladado la mochila con ropa y algo de comida.
Durante el porteo he visto tres corzos.
Noche del 17 de Octubre:
En estos momentos escribo desde la tienda, estoy solo y únicamente me acompaña mi perro.
Hay una noche serena, fría, con una luna en cuarto creciente que ilumina todo el bosque.
Percibo nítidamente el sonido de los aviones vibrando en el cielo -me encuentro bajo la ruta que viene desde el norte hacia Madrid-. Cuando sopla el viento, se puede oír de fondo el rumor de los árboles.
El bosque actúa como una gigantesca membrana que transmite, atenúa, filtra o deforma determinados sonidos, sin embargo siempre parece posible ubicarlos y determinar de donde proceden.
Mañana del 18 de Octubre:
He dormido aceptablemente a pesar del frío.
En mitad de la noche, oí el gruñido seco de un animal sorprendido por la presencia de nuestro campamento. Posiblemente era un tejón del que ya había visto huellas en las proximidades.
Algo más tarde, cerca ya del amanecer, he podido oír el extraño ladrido de un corzo. Sentí como se acercaba y luego el sonido se apagaba a medida que el animal se alejaba en dirección suroeste.
Ya con el sol en el horizonte, he salido de la tienda que se encontraba completamente cubierta de escarcha. Tras recoger el campamento lo he ocultado como el día anterior y ahora me preparo para emprender la marcha.
Caminaré hasta el río, cogeré agua y además intentaré pescar algo.
La temperatura es buena, pero corre viento norte.
Media tarde del 18 de Octubre:
He caminado hasta el comienzo del vado, desde allí ya en la parte baja del valle, me he dirigido río arriba.
He pasado al lado de las ruinas del viejo molino, he cruzado el azud y por la orilla del río entre la hierba, he llegado hasta el bodón.
Allí, he intentado pescar algo sin éxito, luego en la fuente he cogido agua. Remontado la ladera y caminando sobre los cortados he llegado hasta el soto.
Entre los árboles de las laderas arenosas del soto hay huellas de jabalí que se pierden abajo en la espesura.
El soto:
Río arriba del campamento, a dos horas de camino, el cañón se ensancha y se transforma en un soto amplio de fondo llano.
La vegetación, en la solana arenosa que rodea al soto, es escasa y seca y los árboles se van escurriendo cuesta abajo.
En la umbría hay una pequeña selva en pendiente, llena de maleza y manantiales, intransitable…
Abajo, en la orilla, había dos puentes de madera; el más viejo desapareció tras una avenida, el otro se conserva precariamente. Aún hoy, cuando el río baja crecido, es el único lugar por donde cruzar en decenas de kilómetros.
Esta zona, para los habitantes de un pueblo cercano, también lleva el nombre de Manzanillo. Antiguamente, había manzanos silvestres, pero hoy ya no quedan más que ejemplares aislados.
Por que es tan difícil orientarse aquí:
Realmente, la vida parece dura en estos bosques. El territorio es inhóspito y es fácil perderse.
Hitos y marcas del pasado se van desvaneciendo y van dando paso a referencias nuevas.
Una pequeña piedra, una rama, algo que durante un tiempo ha sido una señal, ahora ha desaparecido en un territorio que va cambiando de modo perceptible.
Hay grandes árboles, en otro tiempo referencias inmutables, que ahora están en el suelo troceados, pudriéndose y desapareciendo.
Este es un desierto cubierto de árboles, en el que la arena enlentece nuestros pasos; al mismo tiempo, la luz cambiante, el viento, el cielo cubierto, la nieve, la niebla o la noche, en algún momento pueden hacer que nos perdamos.
La única manera de recorrer estos lugares es a través de las sendas y caminos trazados, de otro modo solo podremos avanzar por los lugares que nuestra memoria reconoce.
Aquí la vida animal es escasa, los recursos son mínimos, solo ayuda la gran extensión y ausencia de seres humanos.
Noche del 18 de Octubre:
He cenado arroz cocinado en el infiernillo y luego he tomado te caliente. Hace más frío que ayer.
He estado caminando unas 7 horas en total.
Desde el soto, atravesando el pinar hacia el norte, he llegado hasta el refugio del Verde.
El refugio se asienta en una colina entre el bosque desde donde se descubre un largo y espeso navazo que se desarrolla en dirección este-oeste y lleva hasta la casa abandonada de Chamorra.
Al llegar al refugio he podido ver a lo lejos a un guardabosques cogiendo setas.
Me he ocultado y variando mi rumbo, ya que tenia pensado recorrer el navazo, me he dirigido hasta un camino en dirección al campamento.
Desde aquí, aún hay unas dos horas hasta el lugar desde donde partí esta mañana. Para regresar debo descender de la colina, caminar hacia el río, llegar al refugio del vado y desde allí por la orilla seguir el curso del río.
Mediodía del 19 de Octubre:
Durante toda la noche ha hecho demasiado frío y no he conseguido dormir bien.
Ha amanecido un día brumoso, con unos bancos de niebla que amenazaban espesarse pero que finalmente han acabado por disolverse.
No he podido recoger por completo el campamento ya que la tienda estaba cubierta de una fina capa de hielo y he tenido que dejarla montada hasta el mediodía.
Como los días anteriores he caminado hasta la fuente del vado para coger agua. Mientras la niebla levantaba, he visto un corzo pastando a lo lejos.
Al llegar al vado, el ruido de unos golpes me ha alertado. Me he acercado con sigilo y he visto una cuadrilla de trabajadores que, dirigidos por un guardabosques, marcaban árboles para una corta.
Evitando ser visto, me he dirigido hasta la fuente y he reanudado el camino, ya de vuelta al campamento, dando un gran rodeo.
Para regresar, he decidido recorrer unas zonas arenosas y onduladas en las que se asientan unos pinos resecos y torcidos.
Las dunas y la cabeza del jabalí:
Los árboles que crecen aquí no son aprovechables para madera, así que estos arenales han quedado al margen del uso y del tránsito.
Si en el pinar normalmente es difícil orientarse, en este terreno en que el suelo se ondula como la superficie del mar y los árboles interceptan nuestra visión, la tarea se hace imposible.
El viento barre las huellas y la arena se desplaza, engulle o desvela las referencias y las marcas.
Hacia el norte, los pinares son de particulares y las gentes, para delimitar sus propiedades, han acarreado grandes piedras y otros objetos para erigir mojones. Sin estas marcas no es posible saber por donde van las lindes o a quien pertenece cada pedazo de tierra, por que aquí la memoria se vuelve débil.
Yo, había recorrido esta parte del bosque con anterioridad.
Una vez, encontré los restos, la piel y los huesos, de un corzo devorado; algo mas allá, se podían ver los restos de un pequeño jabalí, y arriba sobre una duna, estaba la cabeza de un gran jabalí blanqueada por el sol.
Entre estos hitos, dispersos, había multitud de huesos de variados tamaños y estados de deterioro.
No muy lejos de esta zona había, no hace mucho, unas enormes bocas ocultas entre espesuras y arenales, y los alrededores aparecían sembrados de viejos huesos.
Yo mismo había tenido varios encuentros con lobos en estos bosques y en zonas no muy distantes de donde estaba precisamente ahora.
Al recorrer de nuevo esta zona, esperaba volver a tener la oportunidad de encontrar alguno de aquellos restos.
Tras caminar largamente hacia el norte, al ascender una duna, al pie de un gran pino, aparecía de nuevo la cabeza del jabalí de un blanco calizo resplandeciente. Esa leve marca, acababa de referenciar esta parte del bosque, al menos para mi.
He seguido caminando hacia el campamento atravesando superficies arenosas y penetrando mas y más en la espesura.
He llegado al campamento al mediodía y tras comer relajadamente a la sombra de un árbol, he preparado la vieja choza para pasar esta noche en su interior...
Tarde del 19 de Octubre:
Son, aproximadamente, las 5 de la tarde.
Estoy en el viejo lavadero de un pueblo abandonado. Es la primera vez, desde que estoy en el bosque, que me acerco hasta su límite.
He caminado hasta aquí con la intención de coger algo de fruta en las huertas de la ribera del arroyo.
Cuando me acercaba al borde del bosque he podido ver a un resinero trabajando en su mata de pinos. He evitado encontrarme con el continuando por un camino que bordea el pinar hacia las huertas.
Estas presentaban un aspecto otoñal; algunas sandias menudas, pimientos, algún calabacín, unas matas de tomate con los frutos aun verdes. Al fondo de la huerta, pegando al arroyo, había tres tomates maduros colgando de una mata.
En la orilla del riachuelo he podido ver que corría abundante agua, e incluso podían verse infinidad de pececillos nadando a contracorriente.
Anochecer del 19 de Octubre:
Escribo con el último sol del atardecer. En el cielo, hacia un sureste sin nubes, puedo ver ya la luna llena.
Aunque hoy la temperatura ha sido muy agradable, debo planificar como voy a pasar la noche.
Voy a montar la tienda en el interior de una choza que construimos hace tiempo en este lugar, para ello, he de reparar previamente la cubierta de hierbas y carrizos y preparar el suelo para hacerlo mas confortable...
O/S////J.M.YAGÜE////